el último tren de la noche
ése que
lleva a los confines de esta tierra que se dispersa en vano
el tren
último y amado de los noctámbulos
el de
quienes aún están corriendo para no perderlo porque mañana
-como
sabemos- mañana es el día de las cosas principales
(un día /llegar
a ella /encontrarse a los viejos o los hijos
/salir
fugado porque la tierra es una trampa
dilapidada
y feroz)
el de
quienes suben sabiendo que no tienen donde ir
y que por
lo tanto no tienen donde llegar
el de los
que tenían que hacer algo por fin y de una vez por todas
algo como
poder fundarse fundirse
como poder
decir éste /el coso éste /que ha hecho tal cosa
(o que
alguien lo diga)
cuando es
ley que ni eso siquiera
cuando
morir se vuelve decoroso
como el
bajar los ojos las señoritas de antaño
el último
tren he dicho
el que nos
hermanaba a todos como un secreto de los que llegan a tiempo
y se
repantigan en su asiento sin otro pasajero
pero que
también anhelan
poniendo
los ojos al reflejo feroz que nada muestra
buscan
allá a lo
lejos –la noche negra con otro tren a cuestas-
su propia
explicación a la distancia
el tren de
una última pradera
como
intentando despertar a alguien.
Carlos Alberto Roldán
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